Una de las experiencias más traumáticas que pueda vivir un ser humano, una familia o los amigos es afrontar el duelo por suicidio. Es un acto disruptivo que irrumpe en la vida de los dolientes y de manera abrupta rompe la historia de cada una de las personas afectadas. Las familias definen lo sucedido, como: brutal, espantoso, inhumano, cruel, falto de amor y consideración, dramático, sin sentido, sin explicación, sin respuestas y sienten que son juzgadas y señaladas, sin consideración.
El suicidio hace tambalear las creencias familiares más arraigadas, así como los valores que hasta el momento se hayan cimentado, además provoca miedo, desconfianza, desesperación, incertidumbre, culpa, impotencia, confusión, desasosiego, ansiedad y una inmensa sensación de fragilidad.
Al respecto, en su libro “Lo que no tiene nombre”, donde narra lo que siente ante el suicidio de su hijo, Piedad Bonnett (2013) afirma: “Cómo en la pérdida amorosa, después del suicidio de la persona querida, la mente vuelve una y otra vez sobre el hecho mismo, siempre en vilo sobre un abismo de ansiedad y desconcierto”.
Estas palabras invitan a reflexionar acerca de la pena que sienten los dolientes. Estar sobre un abismo, como lo expresa la autora, es estar en peligro, peligro de enfermar tanto física como emocionalmente. Por el impacto, en ocasiones, la familia y seres queridos cercanos se paralizan y no quieren o no saben qué hacer, ni por dónde recomenzar la vida.
¿Cómo ayudarse?
- Reconocer lo sucedido a través de la expresión de emociones y sentimientos
- Tener una persona cercana y respetuosa con la cual se pueda hablar con confianza y sin temores
- Buscar espacios para recibir el afecto y consuelo de personas allegadas
- Tener momentos para la reflexión y el silencio
- Cultivar los recuerdos bellos, estos son bálsamo para la sanación
- Mantener la esperanza
- Practicar el perdón como parte de la recuperación emocional y el enriquecimiento espiritual
- Cuidar la salud física
- Realizar rituales en homenaje a la memoria de la persona fallecida
- Orar por la persona fallecida y por los demás dolientes
Fanny Bernal Orozco
Psicóloga, experta en duelo del Centro de Duelo
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